Thursday, July 26, 2007

Todas Íbamos a Ser Reinas

Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.

Y esperamos ser grandes. Tener cintura, comer bien, ir en familia a ver la película de Los Simpsons y no tener que llamar a mi papá de urgencia a las 12 de la noche para que me conteste su novia que me odia.
La noche está fría y me inmoviliza las manos. Se me congelan los pies que acabo de meter al agua, pienso que probablemente mañana despierte con la peor pulmonía de mi vida. Mi mamá con los ojos hinchados me ordena que me cambie de ropa. Le respondo y pienso que hace muchos años que le perdí respeto. No del todo. Pero si algo. No le hago caso y me vengo a escribir.
La noche está fría y de lejos suenan solamente dos sirenas de ambulancia que no vienen a mi casa.

La Liga es el mejor programa chileno que se ha hecho en mucho tiempo. Rafael Cabada me recuerda a alguien. Mi mamá evita hablar de él. Y así, con mucho frío, yo lo miraba detenidamente mientras pensaba que si algún día me lo encontrara en la calle me acercaría a hablarle, le regalaría un cigarro y tal vez él sabría quien soy yo.
Quien sabe.

Mi programa se ve detenido por un ruido que ya he escuchado otras veces. Mis dos perras pelean afuera de mi casa como de costumbre. Espero un rato y mi mamá sale. No sé si han visto las noticias, pero últimamente pasan cosas terribles.
Hace algunos miles de años, mi hermano Claudio me despertó una noche para avisarme que mi perro se había muerto. Lo habían sacrificado porque ya no se podía hacer nada. Escuché a mi papá llorando en el living. Mi papá rudo que no me hacía cariño. Mi papá rudo que llamé hoy día y que yo pensaba que no tenía sentimientos. Y mi hermano Claudio, que medía 1,73, tenía los dientes hermosos y tres tatuajes, me hizo cariño hasta que yo dejé de llorar.
Llorar a los 8.
Nosotros dos éramos amigos. Lo escuchaba cuando llegaba borracho y me contaba sus cosas, de sus amigos también borrachos con los que se quedaba botado debajo del tren, Fonola, el Negro Morales, Luismi, Cabada, Pato Pino. Y un día viernes en la noche, cuando yo apenas alcanzaba la manilla de la puerta de mi cocina, vimos en el canal 9 Misterios Sin Resolver, donde mostraban un caso de una mujer que tenía epilepsia y vivía sola. Un día le había dado un ataque y el perro había salido a la calle a pedir ayuda. La gente había llegado a la casa y ella se había salvado. Y salía en la foto junto a su perro. Su perro limpio y de raza que parecía un ángel. Su perro era hombre y se llamaba Harley. Nosotros dos quedamos extasiados. Al otro día, mis papás, antes de odiarse, fueron a la feria como lo hacían todos los días sábados en la mañana, pero ese día un perro los siguió. Mi papá lo entró y el perro nunca más se fue. Era un perro miserable de la calle, con los dientes amarillos, un aliento demoníaco, las costillas salidas y un pelo rubio como recién teñido con agua oxigenada y rulos como los míos. Lo amamos instantáneamente. Y así, sin preguntarle a nadie, aunque no tuviera la clase ni el sexo del perro gringo de la tele, llamamos a este perro Harley. Y al perro le gustó su nombre. Y nunca más se fue.

Cierro la ventana.
Me cambio de ropa.
Hace un frío de puta madre.
Mi mamá tenía razón.

En esta casa viven puras mujeres. El único hombre trabaja todo el día y la histeria abunda cuando las situaciones cambian. Cuando pasa algo que nos da susto, cuando no podemos hacer nada.
Hace algunos años fui a veranear a Las Cruces. Un día mientras me estaba bañando (claramente en la orilla), alguien comenzó a ahogarse. La persona estaba muy lejos y todos en la playa gritaban. El tiempo pasaba y nadie podía rescatarlo. La familia lloraba y yo sólo podía mirar. Yo no podía hacer nada. Di gracias a Dios por haberme estado bañando en la orilla. Soy una cobarde. Al final el hombre, después de estar casi 15 minutos al borde de morir, fue heroicamente rescatado por el caballero que vendía pan de huevo. Y yo estuve enamorada de él todo el verano.

Sin zapatos, con el pelo alisado, pantys de lana azules, mis pantalones nuevos, mi polerón negro y una taquicardia constante en el pecho. Salí a mi patio casi a las 11:20 de la noche para ver qué pasaba. Mi mamá gritaba afuera en el patio de atrás como una loca, mientras mi perra la Guaraira tiene a Harley agarrada del cuello mientras se mueve para todos lados e impide que ella salga corriendo. Mi mamá agarra fierros, palos y absolutamente todo lo que se le cruza en el camino para tirárselo. Pero mi perra no la suelta. Mi mamá se desespera mientras una ladra y la otra aulla. Tomo la manguera para mojarla, mojo todo el patio y me mojo los pies que ahora tengo congelados. Pasan 20 minutos y no sé que hacer. Logramos meter a Harley debajo del carro que nos robamos del Lider pero no sé cómo el otro perro la vuelve a agarrar. Ese perro, mi perro me mordería a mi si meto la mano. Destrozaría a Chiquitinga si estuviera ahí. Se pasan al patio de adelante, llamo a la Claudia para que nos ayude. Me siento así, como que no puedo hacer nada. Le tiramos agua hirviendo pero nada pasa. Las tres lloramos y Chiquitinga despierta y llora también. Todo ese ruido en mi casa tan chica. La tiene del cuello. De repente mientras estamos afuera, el perro con rabia la mueve más rápido y un hueso se quiebra. Lo escucho, el perro ya no se mueve. El otro perro lo sigue mordiendo. A Harley, el perro que es incapaz de salvar a alguien que tuviera epilepsia. Entro a la casa, no sé que hacer. Mi mamá con Chiquitinga en la pieza. Llamo a mi papá pero no contesta. No contesta. Lo puteo. Insisto, me contesta ella, su novia que me odia. Le pregunto por mi papá y me pregunta qué me pasa con ese tono de voz que yo también detesto. Pásame a mi papá porque es más mío que tuyo. Mi papá se asusta, me pongo a llorar como una imbécil estúpida pero nunca idiota, le digo que no sé que hacer. Me dice que hay que matar a Guaraira y que pobre Harley. No llore Carlita. Lo que hay que hacer es no tener más perros. Entra la Claudia llorando también. Dice que Harley ya se murió. Yo lloro como cuando uno es pendeja y no puede calmarse. Yo tan ruda, tan mal genio, llorando por un perro flaco y de mal aliento. Mi patio está chorreado de sangre como cuando degollan a los corderos, y mi otro perro sigue mordiendo con todo su odio el cadáver de ella que me recuerda a él.
A todos los hombres de esta casa que se fueron de aquí.
Necesito hablar con alguién.
No con cualquiera.
Con alguien que me quiera.
Mi mamá dice que va a matar al perro con rabia. Que no llore por él porque es un perro malo.
Tantas cosas son malas.
Yo lloro por la wea que me de la gana.

Mi mamá jura que no vamos a tener más perros.
Le digo que después van a robar la casa y nos van a violar a todas.
Ando negativa, no sé que me pasa.
No quiero matar al perro, me arrepiento.
Mi mamá ya le dio un pollo con no sé que chucha.

Y yo, que pensaba que estas cosas sólo sucedían en las películas mexicanas.

Esta noche le grité a todo el mundo y no pude terminar de ver La Liga.

Mañana ya no voy a tener más perros.
Sólo gatos.
Y yo odio a los gatos.

Monday, July 16, 2007

El Poderoso Le Falló

Mis cumpleaños siempre han significado mi máxima excitación.
Desde que cumplí 15 años que celebro groseramente porque debo hacerlo. Debo.
No hagas tal, dijo la madre.
Pero la hija no le hizo caso.
Y la gente folló en mi baño y durmió en mi piso con toda confianza.
Había que celebrar y por eso no bajé la música cuando ella dijo, ni me puse a llorar en el baño cuando mi hermano habló de las faltas de respeto.
Había tanto que celebrar que hice una lista en mi baño, de todas las personas que no me habían saludado ese día viernes 13. Y después de romperla y mear sobre ella, tiré la cadena como lo hace la gente en los países civilizados.
Los tiré por el water a todos. Incluida mi abuelita.


Un chaleco negro, un vestido negro, pantalones negros, un colaless blanco, Lider, vieja de la botillería, pasteles, Eder no te mueras, compadre, tómate un copete, 3, 11:26, salió a dar una vuelta, pantys rojas, Lechuga, no eres tonta como dicen todos, eres tan inteligente, ven a buscarme al metro, today is the day, el weón de la pieza me miró feo, no le podría haber dicho a alguien mejor, esboza un sorbo de licor, mi hermano te va a penar, para de ser así, puta Eder que te poni pesao, no fumen adentro, la vecinita tiene un tajo, y vi a la Karla Pradom en la Brondie, puta Carla no hagas tal, la Iracema weón, habla como la Titi, ¿invitaste al Omar?, japoneses culiaos, mañana con el Mono nos vamos a ir tempranito, saca a esos weones de tu pieza, esos weones de la pieza me cayeron como el pico, mírate la cara, este es el examen de actuación del Eder, ya Eder, te sacaste un 7.

Te sacaste un 7.
De verdad.

Carla, el próximo año no hagas tal.



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¿Te das cuenta Clau?

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Shot with Canon PowerShot A10




Ayer en un cumpleaños me pasó lo más freak de todo el planeta.
La Romy y la Consu se rieron de mi toda la noche.
Al final los dos terminamos tomando del mismo vaso.
Como poto y calzón.

Tuesday, July 10, 2007

Mitimidez.

Mi timidez se instala en mi pecho, entre mis hombros y en mi cuello.
Mi timidez me impide mover el cuerpo como yo me lo imagino y como lo hacen las actrices de las películas.
Mi timidez me ha quitado 138 oportunidades de hacer cosas buenas y malas a lo largo de mi vida.
Mi timidez me la dio mi madre cuando a los 12 años todavía no me dejaba cruzar la calle sola por temor a que un camión del Unimarc me hiciera pebre.
Mi timidez no me dejó rogar, ni pedir, ni llamar, ni abrazar a un hombre de vuelta una mañana cuando me dijo que me quería.
Y yo lo quería de vuelta y no lo miré antes de irme. Luego nadie me escuchó cuando me quejé en el baño escupiendo el dolor.
No.
Yo era demasiado insegura para esas cosas.
Y todo era culpa de mi madre. Mi madre sobreprotectora que no me dejaba tirarme de los edificios porque la gente iba a pensar que yo era una cualquiera.
Y yo si era una cualquiera.


Ayer me pasó lo peor que me podría haber pasado en la vida.
Desperté a las 7 de la mañana sintiéndome extraña.
A las 9:37 minutos tuve que correr hacia el baño, y rompiendo el record que me tenía el corazón henchido de orgullo, después de 12 años sin hacerlo, vomité sola y enferma en el baño de mi casa mientras mi mamá en la otra pieza hablaba por teléfono.
No me enfermaba tan terriblemente desde que nos enfermamos con la Antonella hace miles de años por comernos las empanadas de su abuelita que eran de cuando había cumplido 15.
Pensé que Antonella sonaba como Donatella.
Me vomité el pelo y un juguete de Chiquitinga que tuve que botar ipso.
Mis manos me tiritaban y sentí una verguenza tan grande que no puedo escribir.
Y sin poder evitarlo me puse a llorar.
Lloré hasta las 10:08.
Pero a las 10:39 volví a vomitar.
Me lavé los dientes 17 veces para sacarme el sabor.
Y no paré de llorar hasta las 4:15 de la tarde.
Con el estómago vacío y la verguenza en la boca.
Quería que estuvieras conmigo pero,

Que pienso sobre el suicidio: Debería haber una ley. La gente no debería suicidarse en fiestas patrias.

Debo decidir si sigo con este dolor o me muero.

Lo peor de todo, fue que después de vomitar mi cuerpo se sintió mucho mejor. Mi cuerpo que hoy apenas se puede mover porque mi mamá no me dejaba cruzar la calle sola.

Hoy mi mamá fue a mi examen de actuación. Al saludar la vi de lejos y estaba llorando emocionada encima de Lagreze. La Carlita también fue y me saludó al final. Pensé que la quería. Pensé que me fue bien y me puse extrañamente feliz. Pensé que si hubiera invitado a mi papá él también hubiera estado orgulloso de mi. Pensé que si hubiera ido gente que me tenía mala les hubiera dado un calambre en la entrepierna. Y yo les habría tirado a la "mama" encima para que me defendiera.

Va a ser mi cumpleaños y eso me tiene completamente excitada.

Bailaría contigo alguna canción.
"Por Eso Me Quedo" de Lhasa de Sela por ejemplo.
Eso si la fatiga no me mata antes.



¿La próxima vez hagamos algo hermoso mi amor?

Monday, July 02, 2007

Tiempo Que Ladra

9 días para mi cumpleaños. Al que falta lo mato.

Y el temor: Puedo ver aquello que no pensé. Y el temor.

"Ya pronto será tu cumpleaños, tranquila."

Y tengo un padre y una madre. Mi madre me hacía leche como nadie sabía hacerlo, me pegaba hasta hacerme llorar cuando durante semanas no me comía la comida y me hizo la cama todos los días de mi vida hasta que salí de 4to medio. Mi padre en cambio nunca me pegó ni ha habido algún día de su vida en que me haya hecho la cama. Mi papá era un hombre serio que yo veía muy alto y que admiré infinitamente desde el día en que nací. Amé su pelo negro azabache, su intachable calidad de abstemio y cada uno de los domingos en que llegaba cansado y mojado en transpiración por ir a jugar fútbol. Apenas aprendí a hacer galletas a la edad de 7 años se las hacía todas a él. Él dificultosamente me demostraba su cariño y me abrazaba a medias y me daba medio beso en la frente y medio Gracias susurrado. Yo a él lo amaba en silencio mientras comencé a crecer. Y mientras crecía vino Claudio. Claudio tenía 20 años cuando yo tenía ocho. Él también jugaba fútbol y me amaba de vuelta como nunca antes me ha amado un hombre. Él me tomaba de la muñeca al cruzar la calle y me iba a buscar algunos días al colegio. Y esos algunos días eran los mejores. Él era rudo y siempre usaba el pelo corto, tiraba las mejores tallas y tenía muchos músculos, músculos de superhéroe. Claudio me despertaba en la noche para mostrarme películas de terror y contarme cosas que yo no necesitaba saber. Nunca me dejó hacerle cariño ni nunca me tomó en serio cuando le dije que si alguna vez tenía que casarme me casaría con él, con nadie más que con él. Él llegaba borracho todos los viernes, todos los sábados y todos los jueves. Hasta que hubo un día en que nunca más me despertó en la noche y yo nunca más pude dormir tranquila. Y lo amé tanto que él nunca se me pasó, y terminé enamorándome sólo de personas que se parecían a él. Cuando hace frío: Y el temor (...) Ligustros húmedos y el pueblo que amanece sin gemir. Luego, a la edad de 10 años, un día 10 de julio, manché mi cama con sangre y comencé a usar sostén. Y así, con una preocupación infantil, me di cuenta mientras caminaba del supermercado a mi casa que estaba enamorada de Rodrigo. Pero Rodrigo era distinto, Rodrigo no me hablaba, me empujaba, me acusaba y nunca, nunca, nunca quería jugar conmigo. Él bajaba en la noche a decirme él mismo me iba a degollar como a la gallina de Quiroga. Odiaba que me odiara y la forma en que siempre me hizo sentir una imbécil. Odiaba quererlo mientras él, un chico cool de 14 años que fumaba, me ignoraba en todas las formas posibles en que alguien podría haberme ignorado. Hice todo lo posible durante largos años de mi infancia para obtener su atención. Me puse feliz cuando me enterró una flecha en el ojo y mientras yo me desangraba en la mitad del patio él me abrazaba y se sentía culpable mientras me pedía perdón. Él era hermoso en todo sentido, todas las niñas querían ser sus novias, tocaba guitarra, fumaba, se creía Elvis Presley, leía mucho, no jugaba fútbol y detestaba bestialmente cada movimiento que yo hiciera. Y mientras más deseó que alguien me raptara yo más me preocupaba por amarlo. Hasta que un día cumplí 13 años y sin razón alguna él dejó de odiarme. Y yo, que ya no era tan niña, dejé de preocuparme por estar enamorada.
Y así, incestuosamente enamorada de tres hombre me convertí en un desquiciado intento de mujer normal. Y me enamoré de dos profesores de movimiento, de un profesor de voz, de un loco de la tele, de los dos vocalistas de los Chancho, del vocalista de Los Bunkers, del Omar, del niño de 4to, de un punky flaite que me pidió plata, de Ramón, de Rodrigo Vergara y de muchos otros hombres hermosos que me dejaron loca con sus voces roncas y sus elevadas capacidades de hacerme sentir estúpida. Y el otro día, en un estado catastrófico, le pregunté al Omar mientras bailábamos si él me encontraba imbécil. La respuesta no había que pensarla mucho, había estado casi 20 minutos declarándole ebria, que él era lo más maravilloso que yo había visto en mi prostituta vida, y mientras le hacía cariño en su pelo perfectamente recién cortado le juraba que si algún día nadie lo quería yo sí que lo iba a querer. Y él me sonrió con sus ojitos rojos de marihuana y me dijo al oído que no pensaba que era imbécil. Luego me hizo cariño en la cara y una canción de la Britney sonó de fondo. Y descubrí que aunque fuera por efectos del alcohol lo amaba igual como amé a mi papá cuando me salvó de la muerte por haberme comido una planta. Y entonces me sentí completamente imbécil (nunca idio-ta), pequeña e infantil como Sally frente a su cuerpo de hombre. Y entonces me acordé de Lucía que decía en su película que ella había pasado toda su vida persiguiendo a algún hombre. Yo tengo una desenfrenada capacidad de declararle mi amor a todo hombre que amo sin sentir ningún vestigio de verguenza. Y los chicos sonríen rudos mientras descubren que soy una gruppie que debió haber nacido en los años 70’.
Yo me vengo pensando en el metro una mañana de domingo, viendo a Santiago que está congelado bajo una blanca capa de escarcha. Pienso en las antiguas micros amarillas y en toda la gente que he amado en la vida. Creo que si se conocieran todos se caerían mal y que si todos pelearan afuera de mi casa yo siempre esperaría que ganara una persona. Y sonreí paloma con todos esos besos de canción que él me había dado. Un hombre que me hacía sentir imbécil. Y descubrí entonces, en ese congelado domingo mañanero, que si estuvieras aquí te diría que no quisiera un fracaso en el sabio delito que es recordar. Ni en el inevitable defecto que es la nostalgia de cosas pequeñas y tontas como en el tumulto pisarte los pies. Y reír y reír y reír, madrugadas sin ir a dormir. Sí...

¿Y entonces qué haríamos?
¿Cómo sabría que eres tú?

Que imbécil y que cursi me puse desde la última vez que nos vimos.


MANZANITAS.

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Du. Eres tan du.

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