Friday, October 19, 2007

Viernes 3 Am

CINCO: EL VIAJE HACÍA LA MAR

B: (Viendo cómo le hace cariño a su mamá) Se ve tranquila
L: Le gusta que le hagan cariño
B: Tenemos que lavarle el pelo, está pegajoso.
L: El mío igual
B: Nunca te cortes el pelo
L: ¿Te gusta?
B: No me gustan las mujeres que parecen hombres
L: Si me dejas me voy a rapar
B: Cuando te deje, vas a escuchar lo que te diga otro.

Y así sucedió. Y escuché lo que me dijo otro. Y fue por eso que no me rapé. Para que otro me quisiera. Para que otro me besara y pensara mientras lo hacía, que yo sí que era mujer.

Últimamente los días están extraños, aunque a nadie le interese. Sólo basta que me toquen los hombros para ponerme a llorar a gritos y que pronuncien mal mi nombre para pensar que últimamente los días están extraños. Muy extraños. Y salimos del teatro y caminamos por el centro. Ella casi lloraba aferrada fuertemente a mi brazo derecho. Maldita la hora en que Moisés tuvo cara de Moisés tuvo cara de Moisés tuvo cara de Moisés. Pensé que esta vez si que nos asaltaban. El centro oscuro y tibio a las 11 de la noche. Frente a una iglesia cerca de la estación de metro Santa Ana ella para de hablar y se pone a llorar. Se pone nerviosa y me dice que me va a decir algo, pero no te asustes ni te vayas a poner nerviosa. Dime, dime, dime. Es que alguien iba caminando al lado tuyo y ya no está. Se me humedecen los ojos, sólo un poco, y le pregunto si era un hombre o una mujer. Ella responde. Yo miro hacia al lado. Paro de caminar. La miro, nos abrazamos, lloramos, pensamos, moretones, te quiero y menos mal que estás acá. Seguimos caminando. En la plaza Brasil con el Sole y la Coby entramos a un local sin nombre a comprar dos hamburguesas italianas y una lata de bebida. Un perro nos cuida, le ladra a los malos, a los esquizofrénicos que nos maldicen y nos piden mensajes de texto. El cielo está nublado, tanto que parece pavimento sobre nuestras cabezas. Salimos corriendo, nos da miedo el perro, no nos despedimos y tomamos un taxi. Nos reímos. Comentamos que últimamente los días están tan extraños. Llegamos al departamento. Me cambio de ropa. Me sienta al medio de su living. Pone un cd de Charly para inspirarse. Viernes 3 Am. Abre las ventanas y me congelo con el viento que entra por su quinto piso y yo sin chaleco y el pelo amarrado. Me veo en el reflejo de la ventana abierta. De fondo Santiago durmiente. Saca las tijeras y me corta el pelo negro que va botando en una bolsa de basura. Pelo añejo de tragedia. Esa canción. Ella termina, me dice que todo está bien. Me miro. Creo que ella ha hecho un buen trabajo. Nos abrazamos imbéciles y mentirosas. Mentirosas. Cómo iba a quedar mal si estamos en sus ricos palacios. Me baño con agua caliente y el sueño me deja aturdida e ineficiente. Me acuesto. Conversamos un rato. No queremos que Moisés tenga ya cara de Moisés, tenga ya cara de Moisés, tenga ya ara de Moisés... Mejor nos dormimos, y apagamos a Charly que ya se rayó.

Todo esto y que me den la inyección a tiempo, antes de que se nos pudra el corazón. Y caliente estos huesos fríos, nena.
Esa es la hora. Un viernes 3 Am.
La fiebre de un sábado azul y un domingo sin tristezas.

Tan mentirosa tú.
Tan mentirosa yo.

Me enamoraré de un hombre que diga “chicas” y use sólo zapatillas. Que tenga buena letra y los pantalones un poco rotos. Que escuche a Muse y se parezca a algún actor de teatro o a algún rockero macho. Amaré prontamente a alguien que parezca gay pero que no lo sea. Que sepa mucho de todo y me enamore con sus calcetines que combinan con su camisa (todos los días). Querré como gata fiera a un chico muy inteligente que sea un poco rancio y no tenga el pelo tan corto. Que estudie en el Arcis, haya estado preso, fume la weed, se bañe aunque no lo parezca, se lave los dientes y frecuente las salidas rancias en casas rancias a las peores horas, que cante conmigo y sea un vándalo- psicópata – a little bit turri – artista no súper loco. Amor. Que bonitos los niños que caminan por ahí.

RECHAZADOS.
Tú & Yo.

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ESTA VEZ TE OLVIDARÉ, PERO MÁS O MENOS NO MÁS.

Friday, October 05, 2007

"Not To Morirse"

Not To Morirse.

Mi horóscopo decía que hoy sería un buen día.
Me levanté, me alisé el pelo, me puse mi vestido negro de parvularia, me pinté los ojos, las mejillas y con mis enormes aros blancos como de española salí de mi casa a las 10 de la mañana, cuando un Santiago nublado me recibía en la puerta. Pasé con mi pase quebrado en la “entre medias” y bajé rápido la escalera para alcanzar el segundo vagón donde se había subido un efebo que llama mi atención. Y lo miro todo el rato. A su lado, escuchando canciones ochenteras fletas de esas que al Eder le encantaría estar bailando en este preciso momento. Y me bajo en Baquedano y luego él me sigue. No aguanto la mirada, me sonríe, le sonrío. Se baja en República, quito la vista y vuelvo a pensar en mi horóscopo. Porque mi horóscopo decía que hoy día sería un buen día.

Una niña, que vivía hace muchos años al frente de mi casa, se llamaba Carolina y nos hicimos amigas a los 9 años en un concierto de La Ley donde ambas descubrimos que amábamos ciegamente al gay encubierto de Beto Cuevas. De ella sólo recuerdo que cantaba pésimo, le gustaba Bon Jovi y que un día me obligó a tocar un mueble café de fierro que había en mi pieza. Un mueble que yo no había sido capaz de tocar en casi dos años por miedo a que tuviera hongos y yo muriera ipso facto lo tocara. Me tomó la mano y la puso en plena mancha blanca de quien sabe qué cosa. Yo me puse a llorar y me lavé las manos con un frasco entero de alcohol. Lo más dramático de toda esa farsa, era que no eran realmente hongos. Y si lo eran, eran hongos amigos que no me mataron. La Carola después no fue más mi amiga porque me pelaba con la ordinaria de la Marcela de al frente. La misma que a la edad de 5 años me tiró a mi pequeña piscina “tiburoncito” para demostrarme que no moriría ahogada. Tal como me retó la Paola en la playa por hacer show y me obligó a quedarme inmóvil para demostrarme que las abejas no me iban a picar si no les hacía nada. Como cuando mi hermano me obligó a entrar a un negocio a comprar sola cuando me dio terror. Terror, angustia, miedo, siniestro. Porque cuando a una le da terror es como si la violaran. Porque el terror significa cuando pasa algo que jamás te imaginabas que sucedería. La casa quemada, el terremoto, la guagua, el Astianax. La mentira. Y entonces, como ya te pasó, más adelante vives teniendo miedo de eso que ya pasó. Porque puede volver a pasar. Y el terror te da miedo crónico. Miedo crónico con metástasis a la médula misma de la taquicardia. Miedo al paro, a la nada, al cortocircuito, al olvido, a no alcanzar a hacer ninguna de esas idio-teces que se me dan las ganas de hacer. Tantas ganas. Y hoy, sin miedo a los hongos ni a las pisicinas infantiles, dentro de una siniestra nube de aire enrarecido, pensé, aterrada, que me iba a morir. Casi a las 11 de la noche en punto como cuando se muere la gente. Hago pipí apurada para que no se me vaya el metro, tomo un sorbo de agua, me miro de reojo al espejo, salgo, bajó un escalón con el pie derecho, me despido de la Lechu, corro dos pasos, veo al Eder salir del baño corriendo para no quedarse sin micro y entonces sucede. Dentro de mi pecho, en mis oídos y las piernas. El corazón se nubla, me golpea el pecho para salir corriendo del lugar, me tira hacia abajo, desaparece, me abandona. Mis oídos se tapan, sólo escucho mi respiración de pecho cerrado, mi miedo, mi humanidad simple. Común. Mis piernas se van también. Como cuando una noche estaba tan nerviosa que se me durmieron y no despertaron hasta dos horas después. Mi cuerpo subió de temperatura como si me fuera a dar CHE (Combustión de hermanos en Europa) y la adrenalina de mi sobre excitado cuerpo sin caderitas, me bombea la sangra con una velocidad cinematográfica. Y dejo de escuchar a los demás. No escucho a la gente, me olvido del metro, de la noche, del frío. Le digo que me suelte pero no quiero que me deje sola. Podría morirme por imbécil, por drogadicta, por reírme muy fuerte, por ser histérica y demente, hipocondríaca y bipolar, por ser antipática y por pedirle que me suelte, que no me toque, que se vayan, que se queden, porque si se quedan entonces todo se va a solucionar. Nada de hospitales, yo no me muero, me cargan sus olores a sangre y a suero. Me arrodillo, que imbécil, me desespero, mi corazón desorbitado late en mi pecho caliente y cobarde incapaz de calmarse. Me pongo a llorar, porque aunque esté la Lechuga, qué puede hacer ella, sacarme el corazón y ponerme el suyo que le robaron o cantarme la Ruleta Rusa o decirme que el buen Sales me llamará a mi celular para ver como estoy. Y me ilusiona con que veré que dice “Sales o no sales? Calling”. Y yo me pondré feliz. Y pienso en todo. En Pucón, en mi mamá, en Rodrigo, en mi papá y sus vasos de leche, en él, claro, en ella, obvio, en la Clau, en Chiqui, en la Javi. En las canciones, en mis trabajos, en Las Troyanas, en Elvis, en Angélica, en el sicópata del Pin Pon, en el primer día de clases, en mi título, en Lola, en la Feña, en el niño del metro, en el miembro, en Vincent Gallo, en que me aferraría a un poste como dijo el Eder en su no-sano juicio. En los Visnus, en el Eder que está al lado mío y no sabe qué hacer. Nos venimos en el metro, yo casi no hablo. Le digo pura mierda. Quiero decirle otras cosas. Quiero abrazarlo y decirle que lo quiero y que me calma más que el armonyl. Quiero abrazarlo pero no lo toco y él no me habla porque debe pensar que soy una loca enferma. Y cuando nos despedimos me abraza y yo lo abrazaría más rato como en las películas para llorar como Laurita que al mismo tiempo es sus hermanos mongos sin corazón. Tengo mucho sueño, me iría a tu casa, a la cordillera a ver la tele por cable y a tomar agua de tu llave. Me duele un poco la cabeza y necesito a mi madre que a diferencia de la tuya no es señora de Fife. Y me vengo en el metro, en el último que queda, pensando todo el camino cosas que ya no puedo escribir porque se me cierran los ojos de sueño y cansancio.

Not to Morirse.

Últimamente, la mayoría de los horóscopos no le achuntan a nada.
O tal vez si pero no me doy cuenta.

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