Noviembre.

E.
Tomamos el ascensor hasta el piso 24. Nos bajamos ahí, cuando eran un poco más de las 12 de la noche. Nos tomamos de la mano y caminamos por el pasillo hasta llegar a una puerta mucho más chica que las demás. Intentamos abrirla, pero nada. Subimos hasta el piso 25, al cual no llegaba el ascensor, abrimos una puerta y entramos a un nuevo pasillo en el cual sólo hay de esas puertas chicas que antes habíamos visto. Nos damos cuenta de que al fondo hay una puerta normal de la cual sale luz, a sus pies, un choapino plomo. Todo está en silencio como en una película de terror, de pronto de esa puerta se escuchan pasos de mujer y nosotros corremos y subimos la escalera hasta el piso 26. Entramos a una pieza ínfima que bien podría ser un closet. La luz apagada y mi corazón paranoico que late adrenalínicamente rápido. Me agarro de su brazo y él me dice que me calme. Aunque lo miro a los ojos y sé que él también tiene miedo y trata de opacarlo con la luz de su celular. Estamos al lado de una puerta que dice "Sala de máquinas". Nos da risa y me da miedo que esas personas nos escuchen. Esperamos un rato y volvemos al pasillo del piso 25. Él entra, yo lo espero en la puerta. Vuelve con una cara extraña y me dice que vaya a ver. Caminamos por el pasillo hasta llegar a la puerta. Miro, y al ver lo que él quería mostrarme no lo puedo creER. Esto parece una película de terror donde él y yo morimos cortados por un hacha a manos de un psicópata chilensis. La puerta, de un blanco reluciente, se encuentra extrañamente rota en su parte inferior, como si alguien que hubiera tenido mucha fuerza hubiera pateado. Del agujero y las maderas rotas, sale una mancha de sangre que llega a brillar entre tanto blanco, como si alguien hubiera azotado la cabeza de otro alguien en esa parte de la puerta. Le pido que nos vayamos porque ya casi no puedo respirar. Nos tomamos nerviosamente fuerte de la mano y salimos corriendo sin meter ruido. Caminamos por miles de pasillos llenos de puertas iguales, asustados, respirando histéricamente ante cualquier sonido. Siempre creo que nos persiguen o que de alguna de esas puertas aparece Lil. Después de mucho tomamos un ascensor cualquiera que nos deja finalmente en el número 14. Sentimos que algunas puertas han desaparecido y entramos tiritones al departamento. Ponemos agua para tomarnos un té que nunca nos tomamos y después de mucho rato nos quedamos dormidos sin que nadie nos asesinara.
Y esto sucedió el día de todos los muertos, incluso de los muertos a los que le han azotado malignamente la cabeza contra la puerta.

Edéééér, ahora vamos a hablar por fin Edéééér.


K.
Me siento una mierda.
Que mi amor vale mierda.
Pero aunque mi amor valga mierda, siempre te quiero. Y yo también te extraño, y no sé lo que pasa y no sé como arreglarlo. Pero ese día lo vi en cámara lenta, como caías directo al cuello quebrado que a mi tanto miedo me da. Tu cabeza en la dirección contraria de tu cuerpo y el sonido re culiao de tu espalda azotándose en el suelo. Por ese segundo tuve miedo de que no te levantaras o de que te pusieras a llorar porque tu peor terror se hacía realidad. Y la linda profesora cuyo tercer ojo está mega desactivated (como yo te decía hace algunos días), siguió la clase contigo botada en el suelo. Por lo menos no hiciste lo del pañito, el pañito que yo pasé con furia por toda la sala para tratar de borrar a esa mierda de persona que nos hace hacer movimientos inservibles que nos quebran los cuellos y que jamás usaremos. Y de repente pregunté por ti y ya no estabas. Entonces ipso facto te llamé por teléfono para ver si necesitabas que te fuera a acompañar, pero el Lecho me dijo que el teléfono estaba en la sala. Y luego desapareciste y llamamos a medio Chile. Pero siempre pensé que no habías muerto, porque aún no nos habíamos ido a Japón.

Vuelve pronto, arréglate el cuello porque acá ya hace mucho calor y podremos intentar ir donde la Florencia y luego perdernos y comprar cubos de frutilla a $50 y después ubicarnos y bañarnos en su piscina.

Vuelve pronto para que me pegues en la sien derecha y yo no sea más imbécil y te diga que te quiero.


C.
¡Bolivia!