En Un País Que Cuelga Del Mapa:

Una prostituta le dice al cliente que le diga cosas sucias. Él se baja el cierre del pantalón y la mira con la mano entre sus piernas. Él le dice que: tarde serena, tarde de placer, que hermoso fue el día en que te empecé a querer. Ella sonríe. Le parece tan cursi, que no se arrepiente de acostarse con él y pegarle la gonorrea.

A continuación no lean si no tienen esta canción.
Es como suena un sábado como este.
Vincent Gallo - A Somewhere Place

Esas, las dos personas que se ignoraban en el parque habrían vomitado melancolía si se hubieran mirado detenidamente a los ojos. Yo te busco infantil en este sábado silencioso y por fin te encuentro desastrosamente donde dos años antes habíamos pasado una tarde entera diciéndonos lo que nos faltaba escuchar. El día me suena vacío, las anécdotas triviales y el momento mal gastado. La ciudad se vuelve lánguida y dormida como en una tarde de domingo, la gente se esconde en sus casas para que tú y yo pasemos caminando del brazo por las calles infinitas. El tiempo es inútil, el lugar perfecto y la compañía es un orgasmo constante para mi alma cancerosa. Pienso una vez más que eres un invento no resuelto en mi pobre subconciente, eres el cadaver mutilado que mi memoria ha armado para que vengas a acompañarme en esta tarde veraniega. No sé si existes, no sé qué eres, creo que hasta tu nervioso saludo es de mentira mientras mi lado izquierdo me convence a palos que eres de verdad como los terremotos. En esta maldita ciudad acalambrada el tiempo avanza muy rápido para mi lastimera cartera con forma de corazón. Los recuerdos se vuelven coágulos que nos encontramos en la calle y que guardamos tiernamente en nuestros bolsillos de los Yins. Somos los peores actores de una película muda, la peor mentira que alguien imbécil (y que sí ejerza su imbecilidad) haya inventado, la venganza que no revienta el corazón a puñaladas. El día pasa rápido y te vas desdibujando como tantas otras veces, con tu nuevo olor a nada, con las 4 uñas mal pintadas y con esa misma mirada de rincón de pieza, de arrepentimiento mal parido y de lejanía resignada. Acá te bajas tú, y no entiendo como no nos tiramos al Mapocho mientras aún podíamos hacerlo. Me miras tanto, tanto, mientras yo arrodillada en la mitad del metro rezo para que tú te hayas olvidado de como mentir. Te alejas, la despedida es suave y falsa como lo ha sido todo. Subí 4 kilos con todo lo que no me atreví a decirte porque ya no importa nada. Te alejaste, conté hasta tres y en el número dos me miraste, hice un gesto triste con la mano (no tan triste como el tuyo) sonreí con tu nombre en mi boca de señorita, y el metro partió como en las películas en blanco y negro. Frente a mi había un payaso que lloraba descalzo con una flor naranja en la mano. Abrió su boca inmensa y de ella saltó al suelo la negra piedra filosofal. Me miró aturdido, rompió la ventana izquierda del bagón (la misma que habría roto Gladys Marín que murió hace ya dos años en un día como hoy) y antes de saltar suicida al metro de Santiago se descolgó del cuello una dulce nuez moscada que no me deja estornudar. Me hubiera devuelto a decirte que te quiero, que te llamaré el patético día en que se muera mi padre y que a ti no se te vaya a ocurrir morirte sin decirme a donde vas.

Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.



Veraneo.
Te robo porque volviste, porque te quiero enyeguecidamente y porque este año quiero pasarlo contigo de la mano comiendo cubos de frutilla.
Vamos a matar palomas con mi honda. Tú eres mi persona elegida, tú eres mi persona favorita.